PEDRO: (dudando.)...Ejem, bueno, son varias, no recuerdo bien, sentimientos
y emociones que de mi pasado llegan, saltan la línea del tiempo, se posicionan en
mi mente…
SOL:(Interrumpe.) bien…Pero no te olvides de la vaca
PEDRO: ¡No interrumpas! ¡Déjame
seguir!
-Se posicionan
en mi mente les doy forma y en ese momento olvido. No quiero recordar el momento que la cerraron,
en el Ayuntamiento de Madrid se dictó una ordenanza que prohibía el “desarrollo de la actividad ganadera dentro
del recinto urbano de la capital.
-Muchas vaquerías tuvieron que ser
cerradas, muchas vacas sacrificadas… No quiero hablar de eso, hablaré más de
símbolos, de alegorías, de sensaciones, de las personas que habitaron mi
pasado…
Pedro Reis se levanta, se cubre
con una manta la cabeza y hombros y se pone a hablar.
-Como
manchas de tinta sobre agua, el recuerdo de las imágenes de aquel establo me
ofrece cambiantes contraluces y fuertes disonancias ensambladas con el material
del olvido. Son sensaciones distintas transformadas por el tiempo: un
rayo de luz entra por un estrecho ventanal y hace brillar las motas de polvo que
flotan en el aire, siento el ruido áspero de las vacas comiendo en el pesebre,
unas pezuñas resbalan en el suelo, una vaca muge, huele a abono… Sentado en el
trípode me inclino, el chorro de leche golpea sobre el cubo metálico, los
pezones de la vaca son suaves, me huelo la mano…. Siento el
mugido del toro, Palomo, nunca lo he visto, está situado más allá, en otro
recinto, cerrado, en otro lugar, el peligroso toro ...El toro alado.
-Esos
días dejaron cuatro nombres inscritos en mi memoria: TORITA, MARQUESA, GOLONDRINA, GITANA...
Pedro pone
sus manos en la frente, y siente que la mente se le nubla, le duele el pecho,
dice:
-Desde un
solitario bloque de la “capi” una
vaca encerrada se entiende como un rumor de rosas-
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